La relación con la comida es una relación más. Como la que puedo tener con mi prima, con el paso del tiempo, con mi perro o conmigo misma.

La relación con la comida es una relación más. Como la que puedo tener con mi prima, con el paso del tiempo, con mi perro o conmigo misma. Lo que la hace particular es que la comida está presente todo el tiempo, en todos los contextos. Por tanto, la relación con la comida también tiene un papel importantísimo en la crianza. Qué, cuánto, cómo comen los hijos es fuente de atención para las madres y padres. Estoy observando una creciente atención sobre el tema que quiero comentar.

Veo madres y padres hiperexigidxs con hacer una crianza consciente y revisada. Hacía falta una buena revisión en esto, no nos olvidemos que venimos del «cuando seas padre comerás huevos, ponte la chaqueta que tengo frío» y demás proyecciones. Pero resulta que en este afán de revisión, la cosa ha ido por otros derroteros.

Consciente no es perfecto. Presente no es sin falta. Estoy observando una tendencia a que TODO lo que coman los niños sea realfood, sin azúcar, handmade y demás categorías que en vez de poner la cosa más flexible y con posibilidad, se está convirtiendo en una especie de fobia a todo lo que no sea así. Estoy viendo padres restringir el azúcar blanco a sus hijos en situaciones que encuentro forzadas.

Estoy viendo un esfuerzo de querer hacerlo diferente (que entiendo, y es normal que en la transformación haya polarización al lado opuesto), y en ese esfuerzo veo que se cuela lo de siempre.

El ideal, y la búsqueda de «lo bueno y lo malo». Hace falta seguir revisando que el efecto que produce no es diferente al anterior, se busca la seguridad y la afirmación de hacerlo correctamente. De esta manera sigue sin resolverse el elefante en la habitación. La verdadera autonomía.

Tanto de los padres para conocer desde su PROPIA sensación lo que entregan a los hijos, y como de los peques para que puedan ir descubriendo lo que les gusta, lo que les sienta bien y les apetece sin que tenga que haber una restricción constantemente desde afuera. Clasificar los alimentos en buenos y malos, impedir el acceso del niño a conocer los alimentos, fomenta la alerta y el control. Ésto desprovee de organicidad y curiosidad la relación con los alimentos.

Y aquí empiezan los líos.